El año pasado (¡Guau! ¡Feliz 2014!) acudí a
una formación en la que Amaia, amable psicóloga de profesión, nos destapó los
entresijos de una obviedad humana, que al parecer no era tan obvia hasta ese
momento para la audiencia allí presente: la base de seguridad.
La base de seguridad personal se inicia y se
concluye dentro de la primera etapa de la vida, la infancia. Ésta está
conformada por dos pilares fundamentales: el afecto y la exploración.
Por un lado, el afecto, el cariño, lo que puede
definirse como el amor, en definitiva. Calmar esa necesidad de necesitarnos, transmitirles
tranquilidad, seguridad con nuestros besos, abrazos y sonrisas. Hacerles saber
que todo está bien y que allí estamos nosotros para satisfacer sus demandas más
humanas porsiemprejamás.
Por otro lado, la exploración, el
juego, dejar fluir la curiosidad innata de los pequeños. Querer saber, observar,
explorar, investigar y hacer. Mientras, desde el otro lado, nosotros, que realizamos un -gran- aprendizaje vicario.
Una vez hecho mención a los cimientos
que conforman la base de seguridad, hablemos de dos estados principales en los
que un recién nacido puede encontrarse habitualmente:
1. Estado de calma o sosiego.
2. Estado de activación.
Un bebé pasa de un estado a otro en multitud de ocasiones y la
regulación –o no- de sus necesidades depende de la persona adulta que le
acompaña y condicionará la construcción correcta -o no- de la base de seguridad personal.
Cuando un bebé en estado de
sosiego se activa y comienza a llorar demandando una necesidad, si el adulto
que está a su lado le calma, le protege, ayuda a satisfacer aquello que el bebé
requiere, este bebé se encontrará en una situación de seguridad, que le
permitirá volver al estado de sosiego y calma inicial (y vuelta a empezar).
Puede decirse entonces, que la base de
seguridad personal de este pequeño, está siendo regularizada
(heteroregulación), por lo que se está desarrollando óptimamente.
Sin embargo, cuando un bebé en
estado de sosiego se activa y no encuentra consuelo alguno, dicho estado
comienza a aumentar –hiperactivación- llegado a cotas elevadas de desesperación
que promueven y/u obligan a que sea el propio cerebro del pequeño, aún no
desarrollado para realizar estas operaciones, el que ponga en marcha un mecanismo
regulador (autorregulación) que genera endorfinas que le trasladan de un
extremo al otro.
Puede decirse que la base de seguridad personal de este infante no se está desarrollando correctamente o incluso que es inexistente y se trata de una situación de desamparo o abandono.
Bien, una vez puestos en situación, sólo puedo pedirle al 2014 (ahora que andamos con deseos) que...ojala cada vez haya menos niños en situación de abandono y mayor conciencia social.
¡Ojala!